jueves, 7 de febrero de 2008

CAIDA LIBRE

No es que muera de amor, muero de ti,
Muero de ti, amor, de amor de ti,
De urgencia mía de mi piel de ti,
De mi alma de ti y de mi boca
Y del insoportable que soy sin ti.
Me muero, te muero, lo morimos.
J.Sabines.
Me descubro, te descubro, nos descubrimos
en medio de paredes desnudas
nuestras carnes se conocieron,
olfatearon cada recoveco
probaron su jugo caramelo,
mordieron labios, pezones, vientres.

Los cabellos se enredaron
las lenguas callaron
para convertirse en dedos
furiosos, suaves, tiernos.

Cegamos la vista
para ver a través del tacto
siguiendo la dirección
que sentenciaban los suspiros.

Caigo, te caes, caemos
desperdiciamos el vuelo
las alas del miedo no son confiables
destruyen su plumaje
hasta quedar en fríos huesos.

Me pierdo, te pierdo, nos perdemos
en una muralla de notas negras que rompe ecos,
entre lunas gemelas espiral desoladas
donde aquella madrugada
se suspendió el tiempo.

Te olvido, me olvidas, nos olvidamos
en la sonata de una poesía,
tras la melancolía de un violín
en pieles blancas que anhelan ser escritas…
al menos eso queremos creer.


23/01/08
Alba (yo, tu y nosotros?)





Bitácora de un accidente.

“Bitácora de un accidente”

Si duele, es porque aún estas vivo.


18 diciembre 2006

Dicen que la vida esta hecha de momentos, la muerte también, en definitiva Cronos es el gran dios, quien decide en qué instante tu vida se detiene, como una pompa de jabón te toca y hace que todo estalle, el poder del tiempo es tan fuerte, que es quien decide cuando dejas de existir o en ocasiones es compasivo y sólo toca las manecillas de tu reloj, obligándote a hacer una pausa en tu vida; aquél día supe lo que realmente significaban los segundos, desperté y el dolor me recordó que un fragmento de mi vida se escapo, que era inevitable, que en esta ocasión no podría hacer nada para remediar mi mal. A partir de esa madrugada, mi existencia quedo suspendida por varios meses.

Tengo una laguna mental sobre los hechos, es hasta minutos después que la memoria vuelve, me veo tirada en el piso, con las uñas rotas, seguramente al tratar de sujetarme de los escalones para evitar la caída libre, desde prácticamente un segundo piso. No había nada que hacer solo esperar, morder el dolor para no gritar, suplicar y maldecir que necesitaba ayuda urgentemente; sabía que esta llegaría, todos decían que seguro no era nada grave, de lo contrarío no aguantaría el dolor; pero dentro de mí, sabía que algo andaba mal, pero deseaba tanto creer que no era complicado, que debí autosugestionarme con esta idea, lo que seguro ayudo para soportar el dolor con un par de aspirinas. No era tiempo (de nuevo el dios cronos) de ser débil, ni de buscar culpables o pensar en los estúpidos hubiera, así que las lágrimas tendrían que irse a otros ojos. Ya no pude volver a pisar, fui a gatas al baño y me tuvieron que cargar para moverme.

Pasaron largas y lentas horas hasta regresar a la ciudad y ver a un médico, el trayecto fue insoportable, primero por terracería y luego llegando a la ciudad, los topes me saludaban otorgándome una pequeña dosis de dolor a cada paso por ellos, más de una hora sosteniendo la pierna en el aire para amortiguar el movimiento, en un estrecho asiento de una camioneta que no me permitía ni siquiera estirar un poco la pierna.

Después de los estudios, el veredicto fue desalentador, el daño fue grave y la cirugía inevitable, no sólo resulto ser una fractura, sino fueron varias, prácticamente todo el tobillo, me gusta llamarle efecto domino, se partió la tibia, luego el peroné, siguieron los maleolos (que hasta entonces me entere que existían) rematando con un desplazamiento del hueso. Estar ya en el hospital, me hizo sentir un poco a salvo, ahora seguía lo difícil avisar a casa, tratar que la noticia no asuste a la familia y mostrar fortaleza para que todos se tranquilizaran, aún no era tiempo de vomitar el suplicio.

Hay gente que le aterran las agujas, afortunadamente no soy de esas, porqué recibí siete piquetes para poder tomarme un par de muestras de sangre y colocar el suero, mis venas tronaban, yo solo cerraba los ojos cada que veía que tenían que volver a encajar la aguja para no atormentarme más, después de eso un poco de paz gracias a los calmantes.




19 diciembre 2006

El día llego, la típica imagen que toma una cámara en las películas enfocando las luces en los techos en las salas de urgencia, ahora era una toma que observaban mis ojos, me dejaron en un pasillo, esperando mi turno, la operación sería hasta dentro de una hora y media, demasiado tiempo para dejar entrar al miedo a mi cabeza y tragarme (de nuevo) las ganas de llorar delante de un montón de enfermeras, doctores, camilleros y gente de limpieza, curiosos unos, indiferentes la mayoría, mi cara de espanto se debe haber notado porque la doctora que levanto mi expediente la noche que llegue, hasta de mi nombre se acordó y fue a checar como estaba. Los demás me regañarón por leer mi expediente (hasta se burlaron, diciendo que seguramente lo entendería) para saber que me harían, ya que nadie me explico en qué consistiría la cirugía.

La tortura comenzó tiempo después, de ahora en adelante, mi mayor terror son los quirófanos, la gente que realizó la cirugía fue amable, pero el trauma de estar desnudo en posición fetal mientras una aguja atraviesa la columna no es muy agradable y sí doloroso, me amarraron literalmente como un cristo para inmovilizarme, me sentí más vulnerable, ya no sufría sensación alguna de la cintura para abajo, pero el oxígeno me asfixiaba, quería morir, que todo terminará de un tajo, al diablo con el futuro, sólo pedía desaparecer. Si por lo menos te explicarán qué harán, el shock sería menos, pero es mucho pedir a nuestras benditas instituciones públicas. Uno intenta preguntar, pero sólo recibe despectivas miradas, como si uno fuera completamente incapaz de entender lo más simple.

Permanecí semiconsciente toda la operación, ví como me amarraron una venda al dedo gordo y me elevaron la pierna, la limpiaron y luego iniciaron la cirugía mientras el traumatólogo charlaba con su interna y la anestesióloga de cosas triviales, escuche una especie de taladro y para mi sorpresa vi que era un taladro común y corriente con el que me hacían las perforaciones, fue desagradable verlo, pensar que con eso me estaban taladrando los huesos, parecía una película de terror o una cámara de tortura.

Todo terminó después de dos horas, me informan que la operación fue un éxito, me pasan a la sala de recuperación, que más que eso parece una post-carnicería, un solo cuarto para todos los recién operados, una hilera de camas con una lámpara y un enfermero revisando los signos vitales, a los minutos comprendí para qué eran las lámparas, conforme pasa la anestesia, un frío se comienza a apoderar del cuerpo, un temblor parecía que formaría parte de mi por siempre, el calor de aquella lámpara no funcionaba, recordé que así les ponen un foco a los pollitos para mantener el calor, exactamente eso es lo que hacían con nosotros, calentarnos como pollos.

La anestesia se fue y la noche arribo, trayendo consigo la desesperación, una pesadilla que fue subiendo de intensidad, las ganas de tener un guillotina que amputara mi pierna y acabar con el dolor, afuera las enfermeras charlaban, escuchaban la radio y tomaban té, adentro, apretaba los dientes y estrujaba las sabanas, mientras mi madre dormitaba en una dura silla de plástico y el compañero de lado le gritaba a las enfermeras que dejaran dormir. A las tres de la mañana después de ni siquiera poder dar vueltas en la cama, de contar hasta mil, de intentar autohipnotizarme pensando que no dolía, de hasta rezar y esperar que el dolor se fuera o por lo menos disminuyera, grite que me pusieran algo para el dolor, mi petición fue negada –todavía no le toca, hasta las seis de la mañana- eran aproximadamente las cuatro de la madrugada, a las cinco treinta la enfermera se apiado al verme tan inquieta y por fin me puso un calmante.


20 de diciembre 2006

Pasó la peor noche que recuerde, los médicos me dan de alta y en menos de veinticuatro horas después de la cirugía ya estoy fuera, vamos en carretera, no puedo dormir como acostumbro a hacerlo cada que viajo, tengo que ir cuidando cada curva y tope para no lastimarme, llegamos por fin, como dice una vieja canción “no hay nada mejor que casa”.

22 de diciembre 2006

Hoy me han dejado sola, mi hermana se fue a trabajar y mis padres salieron a hacer algunas compras, finalmente pude derrumbarme y llorar.

27 de diciembre 2006

No solía hablar con extraños, ni me gusta pedir ayuda, pero tuve que aprender a hacerlo, una señora enferma de su hombro, me preguntó que me había pasado, le conté y dijo que bueno no era muy grave, le respondí que así era, pero era suficiente para dejarme inútil, comienzas a darte cuenta lo importante que es la salud y como no valoramos cada parte de nuestro cuerpo, y no queda de otra más que educarse a usar lo que sí funciona, aprendí a subir escaleras de nalgas, me daba miedo usar al principio las muletas, a utilizar la cadera para cerrar puertas, cajones; a cargar botellas de agua con el cuello, a bañarme sentada y cuidando de no mojar el pie dañado, llegue a gatear para llegar hasta la orilla de la cama y poder levantarme, a dormir boca arriba, cuando yo lo hago de lado, a depender de mi madre para comer, a esperar que alguien estuviera cerca para que me ayudara a hacer tareas tan mínimas como alcanzar algo, usaba las muletas como una extensión de mis brazos para alcanzar cosas, todo se vuelve tan difícil, duele hasta estirarse.

1 de enero 2007

Algo me molestaba demasiado, en el tobillo del lado izquierdo, no pase buena noche y ni siquiera sabía que de ese lado me habían abierto también, los médicos no me dieron instrucciones de que debían quitarme los puntos y lavar la hérida, pregunte que indicaciones debía seguir, si debía comer algo en especial, etc. Y sólo se me dijo que moviera los dedos y que si se ponía violeta el pie, fuera inmediatamente a urgencias. Así que por puro instinto y lógica, pedí que me quitaran la venda y la férula para ver si no estaría algo mal, en efecto, las gasas se habían pegado con la sangre y fue necesario mojar un rato con agua tibia para retirarlas e ir al siguiente día a que retiraran los puntos, es increíble como ni un solo medico me dijo que habría que hacerlo, de no haber hecho caso a las señales que el mismo cuerpo manda, las puntadas se hubieran encarnado.

31 de enero 2007

A penas habían cicatrizado por completo las heridas y me dicen que hay que abrir nuevamente para retirar un tornillo, se hizo directamente en el consultorio, solo me pusieron una inyección para anestesiar un poco, cuando cortaron no sentí nada, pero el retiro del tornillo fue muy doloroso, el Dr. hurgaba dentro hasta encontrarlo, luego sentí y escuche del rechinido al irlo sacando, no fue algo rápido ni sencillo, como que lo pusieron muy apretado, la anestesía no sirvió de nada, cuando me cocieron, sentí como la aguja atravesaba la piel y el hilo correr por la carne, mientras apretaba entre mis manos fuerte una venda y un par de lagrimas se me escapaban de los ojos, una enfermera trataba de distraerme haciéndome platica y no permitiéndome levantar para observar lo que hacían; otra vez a esperar que vuelva a cerrar la herida y a retirar los puntos.

9 de febrero 2007
Que alegría se puede encontrar en una corriente sandalia de plástico, por primera vez después de tanto tiempo, la inflamación disminuyo lo suficiente como para permitirme poner una chancla de baño y bañarme de pie, sentir el agua caliente caer y lavar todo el cuerpo, que asquerosa felicidad en algo tan simple, como solemos olvidar la dicha en pequeños detalles, dejamos que todo se vuelve tan automático, que hasta que perdemos eso que parecía sin importancia, lo volvemos a valorar.

14 de marzo2007
Por fin me autorizaron ir a rehabilitación, el personal del centro de rehabilitación es tan diferente, amable, considerado del dolor que uno siente; comenzar a mover los huesos atrofiados por la inmovilidad es doloroso, las lagrimas saltan sin permiso a cada movimiento y poco a poco se va recobrando la confianza y la fuerza al paso de los días.

18 de marzo 2007
Siempre he tenido cierto grado de fobia a las alturas, y precisamente relacionado con las alturas, tenía que sucederme un accidente. Decidí subir las escaleras con las muletas, ya lo había hecho una vez, así que me anime a volver a intentarlo, a dos escalones por llegar a la meta, el pánico me asalto, el cuerpo comenzó a temblar y las fuerzas desaparecieron, el miedo a caer de nuevo me ataco y quise gritar y llorar, había que enfrentar al enemigo y con todo el temor subí los últimos escalones, llegue a mi cama y el miedo se fue, prueba superada.

25 de marzo 2007
Todo va bien, el Dr. me lleva a las barras y me pone a caminar, con temor y dolor comienzo a dar mis primeros pasos, se olvida como se hace correctamente, es algo que hacía tan mecánicamente, que te tienen que enseñar cómo hacerlo de nuevo, me sentí tan feliz de volver a estar de pie y dar un paseo por ese pasillo y con el doctor tomándome de las manos como un bebe, para darme confianza.


9 de abril 2007
Regrese una semana atrás a mi casa, ya ando despacito sin muletas, veo como toda la gente me pasa y no falta quien se acomida a ayudarme, aún es muy notoria mi incapacidad y cojeo un poco, sobre todo cuando me quiero obligar a caminar a paso normal, he vuelto al trabajo y subirme al transporte público, todo va regresando a la normalidad, aunque todavía faltan meses para la recuperación total y en caso de rechazo del material, habrá que retirarlo en uno o dos años.

Por lo pronto habrá que seguir siendo cuidadoso, me quedan un par de cicatrices que me recordarán, que soy humano, que nadie tiene nada asegurado y cuanto se puede perder en un segundo, la humildad para pedir ayuda y el compromiso que tengo para dárselo a quien lo necesite, aprendí que hay gente que se vuelve inmune al dolor ajeno (especialmente algunos doctores), pero que también, que aún existe la bondad y almas caritativas que sin conocerte, te tienden una mano, como el Señor que estando descompuesto el elevador me dio su apoyo para ayudarme a subir las escaleras y no solo a mi, sino a todo el que llegaba en muletas o silla de ruedas, mientras a su esposa estaba en quirófano; o la esposa del paciente del al lado que me arrimo la charola para poder comer o aquel chico extraño que paro su auto y ofreció llevarme cuando vió mi cojera y expresión de dolor, y por supuesto como olvidar a los amigos y familia que me prestaron su incondicional ayuda.

Sí, un accidente te cambia la vida, yo tengo suerte y podré no recuperar esos meses extraviados postrada en una cama; pero sí comenzar otros nuevos, pero hay gente que no correrá con la misma suerte, aprendí a mantener una charla con desconocidos y a desearles de corazón que se recuperen pronto, por que sé lo que se siente. Y es que una pequeña o gran hermandad se crea entre los enfermos y los familiares, todos llevamos un lastre que cargar en mayor o menor medida de dolor físico, emocional, social y hasta económico, de alguna manera eso nos vuelve más sensibles y humanos. Los hospitales son otro mundo, al que una vez que entras, aunque salgas sano, ya nada será igual.

Alba (fracturada)
02/05/2007