miércoles, 19 de marzo de 2008

Esta noche no hay vecinos, a lo lejos solo se escucha el ruido de la bomba de la pecera, el tinaco llenándose de agua y el silbido del velador.

La rutina esta por terminar, una vez más me encuentro en medio de caminos sin saber cual elegir, una vez más tengo que vestir el traje de guerrera, la batalla comienza con el escuadrón conformado por mi, por mi y por mi.

Soy el único soldado que dará pelea, no habrá quien me cubra la espalda, ni quien me cargue si resulto herido, tendré que arrastrarme hasta mi cuartel, lamer y curar mis heridas, entrelazar mis manos para darme consuelo, dejar que la almohada absorba mis lagrimas a falta de un hombro.

La desilusión acarrea a la soledad, que embiste lentamente la carne, taladra los huesos, limpio como un picahielo no derrama ni una gota de sangre, el daño va por dentro.

Algunas noches hay función, se levanta el telón y las luces, las miradas caen sobre mi cabeza, olvido por momentos que estamos en guerra, al terminar, la realidad ataca de nuevo, me vuelvo de papel, el que pueden hacer pedazos, arrugar y lanzar a la basura, volver cenizas, escribo sobre mi lo que no puedo hablar, soy la pagina que se pierde entre miles de un grueso libro, la receptora de una lagrima que cae sobre una carta que anuncia una despedida, la hoja en blanco con la que nadie quiere escribir su historia.

Alba (en uno de esos malos días)
7/03/2008

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